viernes. 17.05.2024
¿A qué nos referimos cuando hablamos de Dermocosmética infantil? Por un lado, el término Dermocosmética hace referencia a aquellos productos situados a caballo entre un medicamento, que se centra en la salud de la piel, y un cosmético, que busca la belleza de la piel. Por otro, el término infantil o niño hace referencia a la población menor de tres años. Por tanto, estamos hablando de productos que buscan la salud de la piel enfocado al cuidado de los más pequeños.

Entonces, ¿merece la pena preocuparse en buscar un producto específico para el público infantil o volvemos a ser víctimas de estrategias de marketing? La realidad es que sí y no solo merece la pena, sino que además resulta ser lo más adecuado. Veamos el porqué.

La principal característica diferencial de la piel infantil es estar en fase de desarrollo, es decir, la piel es el órgano más grande del cuerpo que aún después de haber nacido sigue desarrollándose, alcanzando su madurez en la pubertad. Este hecho hace que la piel de los más pequeños sea más sensible y vulnerable que la del adulto y, además, posee una mayor predisposición a padecer afecciones dermatológicas específicas. No obstante, es importante conocer que no hablamos de “piel sensible” como una problemática, aun compartiendo con esta mucha sintomatología, sino que estamos ante una condición transitoria. La piel sensible hace referencia a ese tipo de piel que reacciona con mucha facilidad por una alteración de su barrera cutánea. Estas diferencias particulares van a marcar las pautas para el correcto desarrollo de productos cosméticos, que lógicamente deberán estar adaptados a estas.

La piel del infante presenta un grosor hasta cinco veces menor que la piel del adulto, por lo que la función de barrera protectora de la piel está alterada. Esto favorece una mayor permeabilidad, ya que aumenta la pérdida de calor y agua, pero también los agentes externos pueden penetrar con mayor facilidad. Además, las uniones intercelulares son más débiles, es decir, las capas de la piel, en concreto la dermis y la epidermis, aumentan su conexión conforme el bebé va creciendo, por lo que esta separación inicial ocasiona que la piel sea mucho más frágil.

El pH es una característica diferencial muy importante. En el caso de los bebés está próximo a la neutralidad (6 – 6,5) por lo que es importante adaptarnos a él. No obstante, irá disminuyendo con el tiempo, estableciéndose entre 4,5 y 6, ya que la acidez de la piel favorece el funcionamiento y colonización de las bacterias saprófitas que serán las responsables de mantener nuestra barrera cutánea en condiciones óptimas.

Otra característica de la piel es que el sistema inmunológico está subdesarrollado. De hecho, la inmunidad humoral, que es el principal mecanismo de defensa contra los microorganismos extracelulares y sus toxinas, está limitada, así como la inmunidad celular, que alcanza el nivel propio de los adultos a los 4 años. Esta peculiaridad, junto con que el estrato córneo sea tan fino, hace que la piel de los más pequeños sea susceptible al desarrollo de infecciones.

En cuanto a las glándulas sudoríparas en un infante, como no están a pleno rendimiento, se pueden encontrar erupciones cutáneas, conocidas como sudamina, cuando los bebés sudan demasiado. También existen diferencias a nivel de los tipos de glándulas: las ecrinas, que se hallan distribuidas por toda la superficie corporal y sí están activas desde el nacimiento, mientras que las apocrinas, que desembocan en el folículo pilosebáceo y comúnmente están localizadas en axilas, aréolas, genitales y ano, se activan al llegar a la pubertad. Las secreciones de las primeras son acuosas y sirven para eliminar el calor del cuerpo, mientras que las de las segundas son oleosas y viscosas y se asocian a las señales sexuales olfatorias (feromonas). Esto también implica que, al estar la secreción sebácea poco activa, el manto hidrolipídico está poco desarrollado en su contenido lipídico y ello favorece la deshidratación de la piel de los más pequeños.

La relación entre la superficie cutánea y la masa corporal también es importante, ya que es superior en el caso de los niños en comparación con los adultos (en recién nacidos es hasta 2,3 veces superior). Esto quiere decir que aumenta el riesgo de que cualquier tóxico pueda penetrar a través de su piel y su vulnerabilidad, por tanto, es mayor.

Finalmente, también es importante tener en cuenta que el número de melanocitos es menor respecto al adulto, por lo que la defensa natural frente al sol se reduce. Este hecho hace que la piel de los más pequeños sea más vulnerable a la radiación solar, por lo que en pocas ocasiones es tan importante utilizar un producto específicamente pediátrico. Es más, hemos de ser conscientes de que es crucial protegernos al máximo desde bien pequeños, ya que durante los primeros 18 años de vida el organismo absorbe el 85% de la radiación ultravioleta total. Todo ello nos muestra la importancia de recomendar protectores solares, específicamente pensados y adaptados para el infante, sobre todo, durante los primeros años de vida y, en el caso de los bebés de menos de 6 meses, es preferible evitar la exposición directa al sol haciendo uso de sombrillas, gorros, gafas de sol…

En resumen, como hemos comprobado, la piel del niño es muy distinta de la del adulto, por lo que también debe cuidarse de un modo especial, haciendo uso de productos específicamente diseñados para la piel infantil.

¿Y, qué vamos a buscar en estos productos? Buscaremos aquellos que minimicen la irritabilidad, que no eliminen en exceso la fracción lipídica epidérmica (como hemos visto, ésta se encuentra disminuida en la etapa infantil), altamente protectores de la piel (que favorezcan el equilibrio de la delicada barrera cutánea), con fórmulas que busquen la máxima inocuidad de sus componentes y, sobre todo, que hayan sido testados no solo dermatológicamente (todos los productos cosméticos están obligados a pasar un examen de seguridad) sino también pediátricamente con el objetivo de tener productos de alta seguridad y estabilidad.

Desde la farmacia, considero que nuestro papel diferenciador y lo que nos aporta ese valor añadido es la recomendación personalizada, es decir, preocuparnos por la salud de nuestros pacientes. De esta forma, es esencial adaptarnos a las necesidades de su piel, siempre de forma global y ayudando en cada paso de su rutina diaria.

Ya conocemos la tendencia que muestra la piel del infante a agrietarse y estar deshidratada a causa de un manto hidrolipídico débil. Por ello, debemos elegir productos enfocados a proteger y respetar dicha piel: utilizar limpiadores suaves (preferiblemente syndet), adaptar el baño al bebé, utilizar productos que se adapten a sus peculiaridades y protegerlo de los efectos dañinos del sol.

El primer paso en cualquier rutina del cuidado de la piel es la higiene cuyo objetivo es eliminar la suciedad acumulada. Sin embargo, en el caso de la higiene del bebé es algo más que eso. El momento del baño implica una dimensión psicológica y emocional ya que forma parte del proceso de desarrollo de la afectividad de la criatura.

Trataremos de elegir jabones y champús suaves, con un escaso contenido en detergentes (enfocado a minimizar la eliminación de los lípidos cutáneos) y con contenido bajo en conservantes y perfumes para reducir al máximo el riesgo de irritación. Además, el baño diario es muy recomendable por esa relación paternofilial pero no es necesario enjabonar la piel cada vez, simplemente podemos bañar al bebé con agua y disfrutar de ese momento tan especial. También debemos adaptar la temperatura del agua (35 – 36ºC) así como la temperatura de la habitación (> 21ºC).

Una vez fuera del agua, es importante no secar al bebé frotando con la toalla. Debemos recomendar secar su piel mediante suaves toques, favoreciendo una humedad residual que potenciará el efecto de cualquier producto hidratante/emoliente que apliquemos posteriormente y, con ello, restablecer el equilibrio cutáneo. Esto es de vital importancia sobre todo en niños con patologías dermatológicas como puede ser la dermatitis atópica.

Aparte de esta patología que suele brotar en los dos primeros años de vida, sabemos que existen también muchas otras afecciones cutáneas relacionadas con esta edad infantil, como pueden ser la dermatitis del pañal, vulvovaginitis, costra láctea… Es importante adaptarnos a todas ellas y utilizar productos específicos.

Pero, desde el punto de vista del consejo farmacéutico, ¿es esto realmente suficiente para nuestros pacientes que vienen pidiendo ayuda? La respuesta es no, no podemos quedarnos solo con la recomendación de productos. Tenemos la obligación como profesionales de la salud de aportar nuestro granito de arena y realizar siempre una recomendación completa, es decir, incluir un producto específico para el problema, acompañarlo siempre con sugerencias de estilo de vida y no olvidarnos de indagar posibles problemas relacionados.

Pongamos un ejemplo: el cuidado de la dermatitis del pañal. Sabemos que esta patología cursa con una sintomatología caracterizada por irritación, escozor, erupciones cutáneas… asociado todo a factores como son el cambio del pH de la zona afectada, la alteración de la microbiota protectora o incluso el exceso de humedad asociado a la acción oclusiva del pañal. Lo primero es recomendar una buena higiene de la zona haciendo hincapié en que quede bien limpia y seca. El secado debe ser muy cuidadoso, es decir, como ya hemos comentado, mediante pequeños toques sin irritar la piel. Además, es importante advertir que no se debe apretar demasiado el pañal (favorecemos el roce), así como realizar cambios frecuentes del pañal (incluso dejando la zona sin pañal unas horas al día para favorecer su pronta recuperación). Pero no debemos olvidarnos de productos específicos como las pastas al agua. Este tipo de productos están enfocados a aislar la piel del contacto con el pañal, a combatir los factores desencadenantes, así como a prevenir la sintomatología asociada (es importante siempre adelantarnos para favorecer siempre la calidad de vida de nuestros pacientes). De esta forma, vamos a recomendar su aplicación en cada cambio de pañal. Hasta aquí, habríamos cubierto la recomendación de producto y de hábitos relacionados, pero ¿a qué podemos asociar esta dermatitis del pañal?

En este caso concreto, deberíamos pensar en la dentición infantil. Uno de los motivos que nos puede llevar a asociar dermatitis del pañal con la dentición es que la mayor producción de saliva que se produce con la salida de los dientes tiene como consecuencia que se favorece la producción de unas heces más irritantes. Pero también hay que tener en cuenta que a estas edades (a partir de los seis meses) es cuando se introducen alimentos nuevos en la dieta del bebé, por lo que este hecho contribuye a que las cacas del bebé sean más irritantes al contacto con la piel. Además, si el bebé tiene diarrea (algo que también puede deberse a la introducción de nuevos alimentos entre otras causas) se favorece la irritación de la zona del pañal.

Para concluir, desde la farmacia y como profesionales de la salud que somos, es importante poner en valor el consejo farmacéutico, enfocado siempre a cubrir las necesidades de nuestros pacientes y, en particular, al público infantil que vamos a acompañarlo a lo largo de su vida.