jueves. 19.12.2024

Con el verano, llegan las altas temperaturas que, en muchas ocasiones, derivan en la aparición de dificultades a la hora de conciliar o mantener el sueño. En este sentido, las personas mayores son las más perjudicadas, "ya que el calor ambiental influye directamente en su sueño, haciéndolo más inestable y fragmentado", explica la Dra. Milagros Merino, miembro de la Sociedad Española de Sueño.

En la actualidad, aproximadamente el 60% de las personas mayores tienen algún síntoma o trastorno del sueño. Dado que la regulación de la temperatura corporal está estrechamente relacionada con el equilibrio del ciclo sueño-vigilia, la época estival es una de las más propicias para que los síntomas afloren o se pronuncien. "Con la edad se deterioran los mecanismos responsables de la regulación de la temperatura, tanto de la eliminación como del mantenimiento de la misma, lo que tiene una implicación directa en la continuidad y profundidad del sueño", indica el Dr. Francisco Javier Puertas, miembro de la Sociedad Española de Sueño. Por su parte, la Dra. Merino completa: "durante la senectud, se ve afectada la función del hipotálamo, centro regulador de la temperatura corporal y del sueño, haciendo que los episodios de sueño no estén siempre asociados a la oscuridad nocturna, como en otras etapas de la vida".

Así, los ritmos circadianos se alteran, ocasionando frecuentemente un adelanto de la fase del sueño, con una sensación de adormecimiento que aparece antes de la hora deseada y un despertar matutino también precoz. Pero los especialistas restan importancia a este hecho: "aunque a estas edades, las personas suelen dormir menos horas durante la noche, habitualmente se echan una siesta, lo que supone una duración total de sueño que no es demasiado diferente a la de edades anteriores", explica la Dra. Merino.

Otro de los trastornos del sueño frecuentes en la tercera edad es la apnea del sueño, con una prevalencia por encima del 10% de las personas mayores. "En los últimos tiempos, se ha constatado que el índice de apnea/hipopnea por hora de sueño, que es el marcador de gravedad de la enfermedad, aumenta con la edad, lo que puede suponer una implicación importante en las consecuencias cardiovasculares del paciente", advierte el Dr. Puertas.

De hecho, la mayoría de los trastornos de sueño aumentan el riesgo de accidentes cerebrovasculares y cardiacos, que muchas veces, ocurren en las últimas horas de la noche o al despertar, y favorecen la aparición de otros trastornos que inciden en la salud cardiovascular, como la diabetes o la obesidad. "La mayor asociación entre trastornos del sueño y accidentes cerebrovasculares se ha encontrado en pacientes con síndrome de apnea del sueño, aunque también hay indicios de que otros como el insomnio o el síndrome de piernas inquietas pueden aumentar este riesgo", concreta el especialista de la Sociedad Española de Sueño.

La elevada prevalencia de trastornos de sueño en las personas mayores influye en gran medida en su calidad de vida. "La principal consecuencia es la aparición de fatiga, somnolencia diurna en situaciones poco estimulantes y, lo más grave, una reducción de las capacidades cognitivas, pérdida de memoria y de concentración, y sensación de desmotivación", puntualiza Merino.

Sin embargo, en la actualidad muchos estilos de vida en la gente mayor también van en contra de un sueño de calidad. "La disminución de horas de exposición a la luz solar y la falta de ejercicio físico deterioran los elementos que mejoran la calidad del sueño. Al final, hay un círculo vicioso en el que una mala calidad de sueño impacta en la calidad de vida y viceversa" concreta el Dr. Puertas.

Para prevenir esta pérdida de calidad de vida, "lo mejor que podemos hacer en la tercera edad, aparte de tener una dieta sana, una vida social activa y hacer ejercicio acorde con la edad, es seguir unas normas de buena higiene del sueño", explica la Dra. Merino. Es decir, mantener unos horarios regulares, evitar los estimulantes al final del día (alcohol, café, té, chocolate, tabaco, ejercicio físico violento, cenas copiosas, exposición a pantallas muy iluminadas...), reservar la cama solo para dormir, no ver la televisión en la cama, acostarse cuando aparezca el sueño (evitar siempre quedarse dormido en el sofá), no permanecer en la cama si nos desvelamos, realizar actividades relajantes antes de acostarse y cuidar el entorno (como la iluminación, la temperatura, el colchón o los ruidos).