La tendencia actual a la obesidad en Occidente se debe en gran medida al sedentarismo. En la actualidad, la mitad de la población española confiesa no practicar ejercicio físico en su tiempo libre, pese a que la "inactividad" duplica el riesgo de sufrir un infarto miocardio, tal y como alerta el doctor José Abellán, experto de la Sociedad Española de Hipertensión- Liga Española para la Lucha contra la Hipertensión Arterial (SEH-LELHA). Por debajo de los 10.000 pasos al día se puede considerar que el individuo tiene una conducta sedentaria. Lejos de tratarse de un problema de salud aislado, el exceso de peso asociado al sedentarismo- incrementa entre cuatro y cinco veces el riesgo cardiovascular frente a los individuos con peso normal. Pero además, aclara este catedrático de Riesgo Cardiovascular de la Universidad Católica de Murcia, "la obesidad actúa como desencadenante de otros factores como la hipertensión arterial, la diabetes, el síndrome metabólico y la dislipemia que, igualmente, elevan el riesgo cardiovascular".
Por ello, con motivo del Día Mundial de la Actividad Física, celebrado el 6 de abril, la presidenta de la Sociedad Española de Hipertensión, la doctora Nieves Martell, recomienda la práctica regular de ejercicio físico ya que, entre sus múltiples beneficios, "aumenta la esperanza de vida y disminuye la incidencia de complicaciones cardiovasculares".
A más kilos, más riesgo de hipertensión
En la actualidad, se estima que más de la mitad de los hipertensos tiene sobrepeso u obesidad. Esto se debe a que la presión arterial aumenta de forma proporcional al exceso de peso. Así, por ejemplo, en mujeres con un perímetro abdominal por encima de 88 centímetros o en hombres con un contorno de cintura de 102 centímetros (el equivalente a la talla 44 de pantalón de señora y la 50-52 en caballero), los kilos de más se asocian a complicaciones metabólicas, tendencia a la hiperglucemia-diabetes, dislipemia con elevación sobre todo de triglicéridos e hipertensión arterial.
Por el contrario, señala el doctor Abellán, "la pérdida gradual de peso no sólo ayuda a controlar la presión arterial sin necesidad de tratamiento farmacológico, sino que además mejora el perfil metabólico. Asimismo, al mejorar la sensibilidad a la insulina tiende a normalizar la glucemia y disminuye la dislipemia aterogénica ligada al sobrepeso. Todo ello, en conjunto, ayuda a reducir el riesgo cardiovascular. Esta relación es mucho más evidente en personas menores de 40 años y en las mujeres. Se ha podido comprobar que cada por cada Kilogramo de menos, la presión arterial baja hasta 1 mm Hg.
La relación entre obesidad y aumento de la presión arterial no es casual, aclara el doctor Abellán. "Se ha demostrado la existencia de mecanismos fisiopatológicos que ligan ambos procesos. Además de la resistencia de la insulina, el exceso de peso desencadena una hiperactividad simpática, una hiperactivación del sistema renina-angiotensina y alteraciones en la hemodinámica renal que, unidos, favorecen la aparición de la hipertensión arterial entre los obesos".
Ejercicio físico: salud y bienestar
La reducción del riesgo cardiovascular es proporcional a la intensidad de la actividad física. A más movimiento, mayor es el beneficio, siempre y cuando el ejercicio suponga una intensidad de 40% de la frecuencia cardiaca máxima o aumente el consumo de O2 basal al menos unas 4 veces. Así, por ejemplo, la práctica regular de ejercicio aeróbico reduce los niveles de presión arterial de 2 a 7 mm Hg de promedio, siendo más evidente este efecto en los pacientes hipertensos. También se ha podido comprobar que la práctica regular de ejercicio físico de resistencia de moderada intensidad siempre que no se aumente de peso, logra un descenso de la presión arterial de 3 a 6 mm Hg.
El EF empieza a aportar beneficios cuando se realiza.
Ahora bien, antes de lanzarse a practicar ejercicio físico, el paciente debe consultar previamente con su especialista, ya que el tipo, duración y nivel de intensidad de la actividad física dependerá de la situación cardiovascular de cada individuo de acuerdo a lo que establece la Guía de Prescripción de Ejercicio Físico en pacientes con riesgo cardiovascular de la SEH-LELHA y las Sociedades Autonómicas de Hipertensión Arterial. Lo aconsejable es que la presión arterial esté controlada y, bajo ningún concepto, realizar ninguna práctica si ésta está por encima de 200 mm Hg sistólica y 110 mm Hg diastólica.
Como punto de partida, se debe comenzar con actividades aeróbicas que impliquen a grandes grupos musculares y preferiblemente en sesiones de entrenamiento de 30-45 minutos. En cuanto a la frecuencia de la práctica deportiva, el doctor Abellán recomienda la práctica diaria o al menos tres días por semana. Esto se debe, aclara este experto, "a que los beneficios cardiovasculares duran unas veintidós horas, por eso si el ejercicio físico se realiza días alternos, los beneficios de la sesión se enlaza con la anterior". El entrenamiento de resistencia no es aconsejable de entrada, pero en el caso de realizarse, debería combinarse con el aeróbico. El entrenamiento de resistencia debería incluir baja resistencia con muchas repeticiones.
Por el contrario, los expertos desaconsejan realizar entrenamientos de resistencia de grandes esfuerzos y bajo ningún concepto, practicar la maniobra de Valsalva. Esta técnica consiste en exhalar aire con la glotis cerrada o bien con la boca y la nariz cerrada. En hipertensos en estadio 2 (con una presión arterial mayor o igual a 160 mm Hg) están especialmente contraindicados los deportes con un alto componente estático e incluso aquellos que representan consumos bajos de oxígeno, como es el caso de las artes marciales, el windsurfing, la vela, el levantamiento de peso, el trineo y los saltos.