Aún existe controversia entre los médicos sobre si la celulitis debe ser o no catalogada como enfermedad. En cualquier caso, no es un trastorno menor, dado que altera el tejido fibroso y el sistema circulatorio al obstaculizar la circulación venosa y linfática; además, es una de las principales demandas de tratamiento en Medicina Estética. Tampoco todas las celulitis son iguales, pues cada una tiene un origen distinto y, por tanto, distinta solución, algo muy a tener en cuenta a la hora de abordarla.
Su origen etimológico proviene del francés "cellulite", atribuido al Dr. W. Balfour que lo habría acuñado en 1816. Inicialmente se asoció el término a un indicio de enfermedad inflamatoria, y de ahí su terminación en "itis", pues se atribuía su aparición a la inflamación del tejido muscular.
"Piel de naranja", "cartucheras", "pistoleras"..., son apelativos en realidad nada bonitos que se asignan a sus consecuencias, y por ello en gran medida no hay mujer que no vea un foco de preocupación en este problema -sobre todo en vísperas del verano-, dado que afecta preferentemente al sexo femenino -entre el 90 y el 95%-, aunque los hombres tampoco se libran de ella, pues hay un 10% que también la padece, lo cual lleva a los especialistas a deducir que hay de por medio algún factor hormonal que influye en su aparición.
De hecho, la proporción de estrógenos aumenta en la adolescencia, ante un embarazo, por ingesta de anticonceptivos orales y en la menopausia, es decir, siempre coincidiendo con periodos de alteraciones hormonales en el cuerpo de la mujer, que favorecen esa acumulación de líquidos y de grasas que culmina en la temida "piel de naranja". Suele formarse en las zonas corporales con alta presencia de tejido adiposo, como muslos, vientre, caderas, nalgas, el interior de las rodillas, piernas y brazos, aunque hay casos de obesidad en los que está generalizada por todo el cuerpo. En los hombres el lugar preferente es el abdomen.
Diversidad
Los especialistas distinguen tres tipos de celulitis: blanda, la cual, como indica su nombre, es superficial y poco consistente; dura, en que los nódulos se marcan sin necesidad de presionar, es difícil de pellizcar, pero si se hace aparece la piel de naranja y puede ser dolorosa al tacto; y finalmente, la edematosa, que generalmente aparece durante la pubertad y suele causar dolor y cierta hinchazón.
Sorprendentemente, la obesidad no es la causa principal de su presencia, es más, las curas de adelgazamiento no curan la celulitis. Los estudios existentes al respecto apuntan hacia otros factores diversos:
- Los hay de tipo tóxico como el tabaco y el alcohol que "asfixian" los tejidos cutáneos al quitarles oxigenación.
- También influye el estilo de vida sedentario, la falta de ejercicio, la falta de horas de sueño, llevar ropas muy ajustadas y tacones muy altos.
- Factores posturales como mantener las piernas cruzadas mucho tiempo o estar mucho rato de pie. La insuficiencia venosa y la presencia de varices.
- La herencia -de madres a hijas-, la raza al parecer, en las mujeres nórdicas la incidencia es menor que entre las latinas.
- El estrés y algunas enfermedades como hipotiroidismo, disfunciones ováricas, digestivas como problemas hepáticos que conllevan una asimilación insuficiente de nutrientes.
- Una alimentación desordenada demasiado rica en sal, azúcar o alimentos precocinados...
Prevención y tratamiento
Si partimos de la base de que un estilo de vida poco saludable revierte en la aparición de la celulitis, una de las primeras medidas preventivas a adoptar para evitar su presencia o, al menos, retrasar su evolución es realizar ejercicio y seguir una alimentación equilibrada. A este respecto, los especialistas son unánimes en recomendar los masajes a lo largo del año en la zona afectada, para mejorar la circulación y revitalizar los tejidos. De esta manera se favorece la circulación linfática y por tanto la eliminación de sustancias de desecho, evitando su estancamiento. Un buen complemento es la ducha con agua tibia empleando guantes de drenaje linfático.
También es útil la exfoliación, es decir, eliminar las células muertas que en forma de escamas se acumulan en la piel. Al eliminarlas, se facilita la acción de las cremas y geles exfoliantes. En cuanto al sedentarismo, a falta de ejercicios para combatirlo el método más cómodo y económico es caminar con regularidad a paso ligero.
La alimentación debe ser necesariamente equilibrada. Nada de excesos de sal ni de azúcar; beber bastante agua diariamente dos litros como mínimo-, y controlar tanto los hidratos de carbono como las grasas. Los alimentos ricos en fibra ejercen una buena función contra el estreñimiento, lo que es una ayuda en la lucha contra la celulitis. Asimismo, hay que procurar que las grasas no saturadas, más saludables sin duda, sean las que primen en la dieta, en detrimento de las dietas ricas en grasas saturadas, que son aliadas de la celulitis.
Soluciones diversas
Al hilo de esta premisa, y dado que existen distintos tipos de celulitis en razón de su origen diverso, las soluciones han de ser necesariamente diversas. Así, si la raíz del problema estriba en retención de líquidos, el especialista recomendará un drenaje linfático; si es de circulación, con toda probabilidad aconsejará evitar los baños de agua muy caliente, pero le instará a hacer ejercicios físicos para mejorar la circulación, la tonicidad de la piel y movilizar las grasas. Si la celulitis es superficial, el tratamiento indicado es tópico.
La aplicación de cremas anticelulíticas constituye el tratamiento más cómodo, fácil y económico, y está disponible en todas las farmacias. Se aplican directamente en la zona celulítica, aunque exigen cierta constancia. Favorecen la regeneración de la piel, la microcirculación de la zona afectada y ayudan a movilizar los líquidos acumulados.
Los tratamientos médicos, por su parte, incluyen la Mesoterapia, consistente en aplicar inyecciones intramusculares con principios de acción lipolítica, que contribuyen a reactivar la circulación, a deshacer el tejido conjuntivo y a eliminar los excesos de grasa y líquido. También el médico puede recurrir a los ultrasonidos de baja intensidad para romper los nódulos, o a la liposucción. Otros métodos suponen el empleo de láser, electroterapia o iontoforesis, técnica ésta que hace pasar una corriente eléctrica sobre la piel para sellar una o varias glándulas sudoríparas y reducir la transpiración.