jueves. 19.12.2024

Además del coste en vidas humanas, el sida ha golpeado las conciencias de muchas personas, siendo el paradigama de la enfermedad global, y desatando una ola tremenda de solidaridad en la población de los países ricos, que han comprendido que la lucha contra esta enfermedad no consiste en poner barreras en las fronteras estatales y que debe ser enfrentada con un esfuerzo conjunto de la comunidad internacional, que aún debe mejorar, dado que la vacuna contra el sida, piedra angular para el éxito de esta lucha, sigue sin alcanzarse.

El nacimiento de la enfermedad tuvo como punto de partida el 5 de junio de 1981; ese día, los Centros de Control de Enfermedades (Center for Disease Control, CDC) institución ejemplar del sistema de salud pública estadounidense, con sede en Atlanta, daban cuenta, en su informe semanal de morbilidad y mortalidad, de la aparición de cinco casos de neumonía por Pneumocystis carinii (hoy N.  jirovecii) en Los Ángeles (California) y de la petición del fármaco pentamidina para tratar dichos casos.

Esta coincidencia de neumonía por un hongo habitualmente parásito de perros, en número similar al número de casos anuales en EEUU fue uno de los datos que llamó la atención. El otro fue que los cinco pacientes diagnosticados eran varones homosexuales. Poco después, se detectaría también un incremento notable del número de casos de sarcoma de Kaposi, un tipo especial de cáncer de piel frecuente en pacientes inmunosuprimidos. Un dato coincidente con el suceso anterior era que la mayoría de estos pacientes eran varones homosexuales sexualmente activos.

Tras varias vacilaciones, se acordó finalmente denominar a la nueva enfermedad como "síndrome de inmunodeficiencia humana", con las siglas SIDA.

Como nombre propio de la intrahistoria hay que destacar a Luc Montagnier del Instituto Pasteur de París, que en 1984 aisló y purificó el virus de sida, un retrovirus denominado en adelante virus de la Inmunodeficiencia humana (VIH). La identificación del agente causal eliminó la incertidumbre sobre el origen de la enfermedad, desechando así ciertas teorías milenarias que lo consideraban como un castigo divino para los colectivos castigados por la enfermedad, como eran los drogadictos por vía paranteral, homosexuales, prostitutas y otros.

Antirretrovirales y patentes

La falta de opciones terapéuticas contra el virus puso en marcha numerosas iniciativas, que no cristalizaron hasta 1987, en que la Agencia de Medicamentos y Alimentos (FDA) estadounidense aprueba el primer fármaco efectivo contra la enfermedad: el AZT o zidovudina, comercializado como Retrovir(R) por Burroughs Wellcome (hoy Glaxo). A este primer medicamento antirretroviral (ARV) seguirían otros, si bien, el tratamiento de la enfermedad no estaría bien asegurado hasta la aparición de los inhibidores de la proteasa en 1996. Con todo, estos medicamentos sólo estarían al alcance de los pacientes del mundo desarrollado; en los países en vías de desarrollo y de forma trágica en los más empobrecidos, el acceso a estos medicamentos no tiene lugar ni siquiera hoy.

Uno de los aspectos que más polémica ha desatado en este caso es la aplicación de las reglas de la OMC y en concreto de los acuerdos ADPIC relativos al sistema de patentes a estos fármacos, que conduce a unos precios altos que los hace inalcanzable a las poblaciones de muchos países. De hecho, la lucha contra la patente del AZT fue el estandarte que enarbolaron muchos grupos de activistas en todo el mundo, que contaron incluso con el apoyo de Jerome Horowitz, descubridor del AZT en 1964, 21 años antes de su segundo patentamiento por Wellcome.

Un aldabonazo fue la oferta de los genéricos de estos medicamentos realizada por la empresa india CIPLA a Médicos Sin Fronteras en 2001, que ha ido ampliándose permitiendo que muchos países y organismos de la ONU como UNICEF, OMS, ONUSIDA y otros dispusiesen de ARV de calidad a precios reducidos.

Vacuna contra el sida

La esperanza sigue radicando en el descubrimiento de la vacuna contra el sida. Mientras el paludismo va camino de tener una vacuna preventiva –véanse ahí los esfuerzos en Mozambique del español Pedro Alonso, premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional 2008, en el desarrollo clínico de la vacuna RTS,S/AS02A (propiedad de Glaxo), el caso del VIH requiere un ímprobo esfuerzo en el que ha sido necesario emprender nuevos enfoques dada la capacidad asombrosa del virus de cambiar y ocultarse de las defensas del organismo.

En España los debates actuales conciernen al recorte de fondos autonómicos a las asociaciones de lucha contra el sida a causa de la crisis económica o la obligación de recurrir a genéricos individuales de ARV en los hospitales catalanes, abandonando el uso de medicamentos combinados, bajo patente, pero de cumplimiento terapéutico mucho más sencillo, y por ello, mucho más efectivos.

Países en vías de desarrollo

Si bien algunos países como Botswana, Mozambique o Brasil tienen una estrategia sólida y cuentan con un buen  programa de distribución de ARV, no es el caso de muchos otros países del centro y sur de África, en donde los medicamentos contra el sida siguen siendo un lujo inalcanzable. Opciones como las licencias obligatorias -véase el caso de Brasil- o importaciones paralelas -Sudáfrica- no se están aplicando de manera global por las presiones de los países ricos a través de la OMC. Y otras iniciativas como el Fondo de Patentes (Medicines Patent Pool) no han dado resultados todavía.

De hecho, a pesar de la puesta en marcha de mecanismos financieros de adquisición de medicamentos (UNITAID, Iniciativa global Clinton, PREPFAR, Fondo Global, etc.) sigue habiendo necesidades económicas importantísimas.

Una de las más reciente propuestas ha tenido lugar con motivo de la última Cumbre del G-20 que tuvo lugar en Cannes (Francia) el pasado 3-4 de noviembre, en la cual estaba previsto que se abordase la posible implantación de la tasa Tobin sobre las transacciones financieras especulativas internacionales. Las ONG de desarrollo proponen que esta tasa sea una de las  fuentes para adquirir medicamentos contra el sida. Esta iniciativa, que se está debatiendo en el seno de la Unión Europea, no parece que vaya a implementarse con facilidad  por los países desarrollados, encabezados por EE UU e Inglaterra. Mientras tanto la epidemia afecta ya a 34 millones de personas, los ARV sólo son accesibles a 6 de los 15 millones que necesitarían tratamiento, y la muerte de casi 2 millones de personas por año, en especial de los pueblos de África, sigue siendo un simple dato estadístico y una noticia invisible.

 

Xosé Mª Torres Bouza

Farmacéutico especialista en Farmacia Industrial. Vocal de la ONG Farmamundi