sábado. 27.04.2024

Los triglicéridos han estado siempre en la línea delgada de su influencia en el riesgo cardiovascular. Unos no lo han considerado factor por ser un complejo que tiene poca tendencia a adherirse a las arterias y otros sí como coadyudante en ese proceso y/o parte de la aparición temporal de LDL.

Su origen, ya sea la vía alteración del desarrollo de los lípidos, una insuficiente eliminación renal de los mismos o por la ingesta excesiva de grasas instauradas, hace que sean catalogados como factor de riesgo. 

Se han descrito diferentes factores de riesgo asociados al desarrollo de hipertrigliceridemia entre los que cabe destacar la sepsis, la insuficiencia renal, la pancreatitis, la hiperglucemia, la obesidad y la administración de ciertos fármacos como la heparina y los corticoides.

Asintomática

La hipertrigliceridemia habitualmente no produce ningún síntoma y es un hallazgo casual al realizarse un análisis de sangre por cualquier motivo.

La enfermedad cardiovascular, fundamentalmente enfermedad coronaria, es una de las complicaciones más relevantes.  El riesgo de enfermedad cardiovascular ya se observa cuando los triglicéridos se elevan por encima de 200 mg/dL.

La pancreatitis aguda es otra de las complicaciones que pueden producirse por una hipertrigliceridemia. Se trata de una inflamación del páncreas que suele ser grave y precisa hospitalización. El riesgo de pancreatitis empieza a aumentar cuando los triglicéridos se elevan por encima de 500 mg/dL y es mayor cuanto mayor es la concentración de triglicéridos en sangre.

Recomendaciones de las guías

En las últimas guías de práctica clínica, se concluye que se puede establecer con certeza la consideración de los TG como factor de RCV independiente y relacionada con la enfermedad coronaria.

Así, en la dislipemia aterogénica la presencia de niveles altos de TG, junto con perfiles lipídicos de riesgo cardiovascular como niveles bajos de c-HDL y niveles elevados del c-LDL, y la presencia de partículas c-LDL pequeñas y densas, aumenta el RCV.

La  concentración de TG establece la distinta clasificación de hipertrigliceridemia. Es normal cuando hay menos de 150 miligramos por decilitro (mg/dl) o menos de 1,7 milimoles por litro (mmol/l); límite, cuando los niveles se sitúan entre 150 y 199 mg/dl (1,8 a 2,2 mmol/l); alto, de 200 a 499 mg/dl (2,3 a 5,6 mmol/L) y muy alto, de 500 mg/dl o más (5,7 mmol/l o más).

Otras clasificaciones

Otros estudios diferencian, dentro de los triglicéridos, los triglicéridos propiamente dichos y los quilomicrones. La diferencia de la base genética, según la gravedad de la elevación de los TG. Así, se contempla un comportamiento poligénico, con variantes comunes en más de 30 genes. Se trata de una HTG leve o moderada, cuyo aumento de los TG se hace a expensas de las VLDL.

También existen formas raras monogénicas que constituyen las hiperquilomicronemias primarias o familiares con patrones hereditarios autosómicos recesivos, cuya prevalencia en la población es de 1 a 2 casos por millón, se presentan tempranamente en la infancia y la causa más frecuente es la presencia de mutaciones en el gen LDL, cuya denominación específica es déficit de lipoproteín-lipasa.

Hiperquilomicronemia secundaria o poligénica aparece cuando en una HTG moderada, con elevación de las VLDL, se añaden los factores ambientales, se puede producir una saturación del sistema de lipólisis intravascular, que impide el metabolismo de los quilomicrones.

En la mayoría de los pacientes las elevaciones de los triglicéridos son el resultado de una combinación de múltiples variaciones genéticas con pequeños efectos y factores ambientales.

Las causas secundarias más frecuentes son obesidad, la diabetes no controlada, abuso de alcohol y fármacos.

Tratamiento

En el abordaje terapéutico, el primer paso es establecer cambios saludables en el estilo de vida.

A la hora del plantearse el tratamiento farmacológico, habría que hablar de los fibratos, como el fenofibrato (Secalip ) y el gemfibrozilo (Lopid), que pueden reducir los niveles de triglicéridos. No se emplearán fibratos en pacientes con enfermedad renal o hepática grave.

Los ácidos grasos omega-3 pueden ayudar a reducir los triglicéridos. Si se consumen en niveles altos, el aceite de pescado puede afectar la coagulación.

Las estatinas son los medicamentos por excelencia para reducir el colesterol por su nivel de eficacia y seguridad.

En ocasiones, es necesaria la combinación de fármacos cuando se alteran otros parámetros de la triada lipídica. En pacientes con TG por encima de 250 mg/dl es imprescindible utilizar un fibrato; si además tiene un LDL moderadamente alto o  alto asociar una estatina, cuya potencia estará en función de la concentración de LDL que queramos reducir. Estas asociaciones solo se pueden hacer con fenofibrato (secalip). Si además se presenta una concentración de HDL inferior a 50 en mujeres y 40 en hombres se debe utilizar pravafenix (pravastatina más fenofibrato) y la futura combinación fija de (rosuvastatina más fenofibrato).

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Mª del Mar Gómez Ruiz, Khalid Ahmad, José Miro Gutiérrez, María Soledad Manrique Nebreda, Pedro García Pedreño, Miguel Aguirre Ferrite, Javier Sandoval Codoni, Diego Lara López, Antonio González Fernández y Valentín Moraleda Lindez, de Almería.