sábado. 21.09.2024

En las últimas décadas se ha notado un importante aumento en la incidencia de la diabetes tipo 2 en población joven, lo que está relacionado directamente con el crecimiento de las tasas de sobrepeso y obesidad. Aproximadamente un 5% de menores de 50 años debutan con diabetes tipo 2 en las consultas.

Ha habido un aumento del diagnóstico en esta población ya que es un hecho que se observa día a día en la consulta. Ese aumento puede deberse a cambios en los hábitos alimenticios de la sociedad actual, con el excesivo incremento de la ingesta calórica ya que hay un mayor consumo de hidratos de carbono y grasas saturadas (comidas preparadas, comida rápida, bollería), los cuales ocasionan sobrepeso y obesidad, que va de la mano con la diabetes, sobre todo en pacientes con antecedentes familiares.  Además los malos hábitos y una vida más sedentaria (no ejercicio, no dieta, no se cuidan) contribuyen al aumento de la incidencia.

El perfil del paciente joven con diabetes que normalmente se detecta en las consultas proviene de dos vías; una es la captación al azar, como resultado de la obtención de un hallazgo bioquímico alterado que se ve en la consulta y otra proviene de las derivaciones realizadas desde especializada y sobre todo desde las empresas, desde sus departamentos de prevención, donde han objetivado alteraciones en la glucemia y nos los derivan para estudio. Normalmente, se trata de un varón, con sobrepeso y asintomático, con un estilo de vida sedentario y malos hábitos alimentarios. A esto hay que añadir la tendencia al sobrepeso o a la obesidad y, en muchas ocasiones, antecedentes familiares de padre y/o madre con la misma patología.

También hay que tener en cuenta las mujeres que durante la gestación han dado positivo en el test de SOG o han desarrollado una diabetes gestacional, ante el hecho de poder desarrollar una diabetes postparto.

Educación diabetológica

Generalmente los pacientes no son conscientes de lo que implica tener esta enfermedad y de su potencial repercusión a nivel de órganos dianas, por lo que a pesar de realizar una correcta educación diabetológica e insistirles en modificar su estilo de vida y hábitos alimentarios, hacen caso omiso, sobre todo una vez instaurado el tratamiento farmacológico, creyendo que este “va a ser suficiente”.

Son muy pocos los pacientes que respetan las recomendaciones higiénico-dietéticas, y generalmente lo hacen cuando ya presentan complicaciones cardiovasculares o se han descompensado a nivel analítico, lo que “les asusta” y les fuerza al cambio.

El hecho de no tener síntomas dificulta que la diabetes se perciba en un principio como una enfermedad grave. En la fase inicial, es frecuente que los pacientes experimenten inseguridad e incredulidad acerca de la patología en el momento del diagnóstico y suele ser habitual la ansiedad en relación al inicio del tratamiento de la enfermedad para posteriormente interesarse por las complicaciones.

En cuanto al tratamiento de la diabetes, la línea de actuación la marca la hemoglobina glicosilada, pero el tratamiento farmacológico desde el principio debe ir acompañado de la modificación del estilo de vida o solo dieta y ejercicio con los controles pertinentes. Es fundamental la reeducación alimentaria, siendo de gran interés los beneficios confirmados de la dieta mediterránea, aconsejar el consumo aceites de origen vegetal y legumbres para restablecer el equilibrio de la glucosa en sangre. Además, en la medida de lo posible hay que eliminar la grasa de los productos cárnicos y dar prioridad a carnes blancas y pescado. Los azúcares deben reducirse al mínimo y priorizar productos integrales frente a los procedentes de harinas refinadas. Si con estas medidas básicas e iniciales no consiguiéramos el control, procederíamos al tratamiento farmacológico. Todo esto hay que acompañarlo de un programa de ejercicio físico.

Terapia farmacológica

A la hora de implantar el uso de medicamentos, es importante valorar el grado de descenso de la HbA1 que se quiera conseguir para indicar terapia combinada de metformina junto con otros ADOs. El fármaco de elección es la metformina. Si no se alcanzan los objetivos, se usan combinaciones farmacológicas que dan muy buen resultado, como por ejemplo con IDPP4 o iSGLT-2, que suelen conseguir una bajada de HbA1c necesaria para llegar al control óptimo, y que se eligen en función del perfil del paciente y de los objetivos del tratamiento. También se puede añadir a la metformina los análogos del GLP-1. Si no toleran la metformina, una buena opción es iniciar IDPP4, ISLGT-2 o análogos del GLP-1 de manera aislada.

Si no se consiguiera el control necesario o las glucemias postprandiales fueran elevadas, siempre se puede recurrir a las sulfonilureas y glinidas. Si no se consiguen los objetivos terapéuticos se puede utilizar la triple terapia oral o la Insulina basal. Por último, hay que recurrir a la terapia intensiva de insulina si no se consiguen los objetivos terapéuticos, haya ERC crónica en estadio avanzado o el debut sea con una HbA1c muy elevada (>10%) y muy sintomático.

En resumen, el tratamiento se basa en tres pilares: dieta equilibrada, ejercicio físico y tratamiento farmacológico personalizado.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Juan Francisco Fernández de Simón Bermejo, Inmaculada Portilla García, Carmen Díaz Mateo y Concepción Carvajal Lucerga, de Cartagena; los especialistas en Medicina Familiar José Coronado Martínez, Isabel Rodríguez Escobar y Eva María Martínez Jiménez y Nazaret Montesinos Rodríguez, del Hospital Comarcal Noroeste de la Región; Diego Marti Hita, Juan José Villanueva Gabarrón, Martín López Marín, Rafaela Moreno Fernández y Ginés Guerrero Sánchez, del Hospital D. Rafael Méndez, y Eladio Martínez García, Francisco Miralles Sevilla, Olga María Murillo Martínez y Edgardo Adolfo von Euw Giménez.