Enfermería tiene un papel relevante en el control y seguimiento de los pacientes con diabetes tipo 2. Por eso, debe estar presente desde el primer momento, es decir, tiene que acompañar al paciente desde el diagnóstico de la enfermedad. Su función está totalmente protocolizada en un plan de cuidado de enfermería, cuyo objetivo es alcanzar unas metas con el paciente y realizar una serie de actividades de manera que sea posible solucionar el problema de salud del paciente. Se trata de un plan sistemático par ofrecer cuidados eficientes centrados en el logro de resultados, apoyándose en un modelo científico ejecutado por enfermería para ofrecer cuidados individualizados, de acuerdo con el enfoque básico de que cada persona.
Así, cuando el paciente llega por vez primera a la consulta se establece una visión multidisciplinar, su clínica y ajuste de una pauta de tratamiento adecuada dependiendo de su perfil. Luego se remite a enfermería para su seguimiento y adecuación de la pauta de tratamiento propuesta, alimentación… El seguimiento posterior del paciente diabético lo hace de forma más frecuente enfermería, que es la que está alerta de las posibles complicaciones que se pudieran derivar del mal control de la enfermedad, resolver dudas en la administración de los fármacos, los posibles efectos secundarios y proponer un plan de ejercicios físicos y de alimentación adecuados.
Accesibilidad
Y es que enfermería tiene un acceso más cercano y directo al día a día de la enfermedad, con lo cual, las dudas que tuviera las resuelve más fácilmente con enfermería. Con respecto a los controles de glucemia, se ha visto que es enfermería obtiene mejores resultados de concienciación en el paciente diabético tipo 2 a la hora de que se adopte una rutina óptima de autocontrol de los niveles de glucemia y que desarrollen las capacidades necesarias para adecuar, por ejemplo, las dosis de insulina que deben administrarse.
Por su parte, el farmacéutico puede jugar un papel importante en el engranaje para llevar a buen término la concienciación y control del paciente diabético tipo 2, junto a enfermería y los médicos. Pueden ayudar tanto al control diario de los niveles de glucemia, así como del cumplimento de la medicación, controlando cuando van por la medicación para ver su correcta administración. Incluso puede ayudar al despistaje del debut del paciente diabético. Una de las funciones de la farmacia es asegurar que los medicamentos necesarios para el tratamiento de la diabetes estén siempre disponibles, así como recomendar por ejemplo productos para el cuidado del pie diabético.
Interacciones
Otra función es la de detectar indicios de interacciones que pudieran darse por la medicación que tome el paciente, derivando en estos casos al paciente al centro de salud. Muchas farmacias realizan análisis de glucosa y colesterol, así como control de peso y de la tensión arterial y esto facilita el seguimiento de los pacientes diabéticos tipo 2, ya que pueden detectar complicaciones que se deriven de su mal control. Que el farmacéutico supervise la adherencia al tratamiento y los resultados a corto plazo puede servir para aquellos pacientes con diabetes tipo 2 que no tengan un medidor de glucosa.
Porque el farmacéutico, como profesional sanitario, es parte principal del proceso, puesto que está en contacto con el paciente. Es el profesional que de primera mano tiene la información sobre el cumplimiento terapéutico que realiza el paciente, pudiendo apoyarlo y estimularlo.
Hay que tener en cuenta que desde estas las asociaciones se potencia la educación diabetológica para que los pacientes conozcan y participen de manera activa en todo su proceso. Estas asociaciones refuerzan de forma importante el papel de información de médicos, enfermería y farmacéuticos. Se le da mucha importancia desde estas asociaciones a divulgar los beneficios de la dieta equilibrada y el ejercicio físico. Y esto ayuda mucho a que entre todos el paciente diabético tipo 2 tome cada vez más conciencia. Si se compara con los diabéticos tipo 1, el uso de los pacientes con diabetes tipo 2 no es tan generalizada y son muy útiles para que los pacientes puedan encontrar respuesta ante cualquier duda que aparezca en el desarrollo de su enfermedad.
Mejorar la relación
Disponer de poco tiempo en la consulta para ver a los enfermos de diabetes tipo 2 supone una barrera importante en la relación con el enfermo. Cuando se realiza el diagnóstico de la enfermedad por primera vez, sería necesario un tiempo de explicación, concienciación y valoración. Por eso, se debería de disponer en cada centro de salud de una consulta de diabetes donde orientar a estos enfermos de la forma correcta con el tiempo necesario. Por parte de la administración, se tendría que dedicar más tiempo y recursos en la formación actualizada del personal que atiende a estos enfermos diabéticos. Por ejemplo, charlas y talleres conjuntos entre farmacéuticos, enfermos, médicos y enfermeros. Esto ayudaría a que los enfermos sintieran lo importante que es conocer y controlar su enfermedad. Faltaría una mayor coordinación y comunicación entre los distintos profesionales sobre cómo dar la asistencia adecuada a estos enfermos diabético, por lo que habría que promover iniciativas que ayudaran a que por ejemplo farmacia, enfermería y médicos tuvieran esta mayor comunicación.
Por otro lado, es importante en diabéticos que por su edad avanzada tienen más difícil acceder a estos canales de información, la formación que reciben los familiares que se encargan de su cuidado. En este punto queda mucho por mejorar en desarrollar los instrumentos necesarios para que todo esté más integrado en el sistema de atención. Aquí, las aplicaciones móviles tendrán cada vez un mayor papel a la hora del que el paciente diabético tenga un autocontrol de su enfermedad, pero eso se verá en los próximos años.
Mejorar la integración y el trabajo en equipo de los múltiples miembros del campo de la salud es fundamental para conseguir la educación y el soporte necesario para poder alcanzar el control glucémico acertado que mejore la calidad de vida del paciente.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina Interna Antonio Clavo Sánchez y Adriana Fernández Rodríguez, y los médicos de familia Nicomedes Carvajal Trujillo, Antonio Luna Fernández y Mercedes Chamorro Mohedas, del Centro de Salud El Lugar, en Chiclana de la Frontera; Félix Rodríguez Bermúdez de Castro, Beatriz Pérez Galán, Pedro Anula Torregrosa y Francisco García Fuentes, del Hospital Punta de Europa, en Algeciras, José María Custodio Herrera, Antonio Escorial Sánchez, Juan Carlos Molina Deudero y Fernando Roquette Castro, el cardiólogo Víctor Amaro Arroyo y el internista José Manuel Gil Gascón, del Centro de Salud Algeciras Centro, y los médicos generales Emilio Ruiz Jarillo y Cecilio García Rosado, y el cardiólogo Oreste Vaccari, del Centro de Salud Manuel Encinas, en Cáceres.