Las guías de práctica clínica son un conjunto de recomendaciones que se basan en una recopilación anual y sistemática de la evidencia en la práctica clínica diaria y en una evaluación de los riesgos y beneficios que comportan las diferentes alternativas de tratamiento, con el fin de optimizar los resultados en la atención de los pacientes.
Muchos problemas de calidad asistencial están relacionados con cierto grado de incertidumbre clínica que acompaña a las decisiones médicas. El desarrollo científico, unido al avance de las tecnologías de la información, modifican la manera en que los clínicos afrontan los problemas diarios.
Las guías se actualizan anualmente recogiendo todos los estudios que se elaboran y tiene como objetivo ofrecer unas recomendaciones que sirvan de ayuda a los médicos en la toma de decisiones para el manejo de los lípidos. De esta manera, se pretende contribuir a mejorar la atención sanitaria de los pacientes. Se realizan y actualizan de forma objetiva y aséptica, ya que incorporan las novedades de los ensayos clínicos, revisiones periódicas y recomendaciones para los pacientes con hipercolesterolemia. Además, describen las condiciones médicas que deben considerarse en el diagnóstico diferencial y se definen las metas de colesterol LDL y HDL recomendadas según el grupo de riesgo cardiovascular.
Dos ejemplos
Así, los especialistas optan por la guía elaborada por la sociedad europea de cardiología y la sociedad europea de aterosclerosis. Entre los médicos de atención primaria, la más utilizada puede ser la europea, que basa el cálculo de riesgo cardiovascular del paciente según las guías SCORE que cuantifica el riesgo de muerte por causa cardiovascular en los próximos diez años y utiliza cuatro niveles de riesgo: muy alto (enfermedad cardiovascular establecida clínicamente, por ejemplo DM2 con afección orgánica, disfunción renal; alto, con factor individual muy patológico o un SCORE entre 5-10 por ciento; intermedio, con un riesgo SCORE entre 1-5 por ciento y bajo, con riesgo SCORE por debajo de 1. Y es que las Guías Europeas de Prevención Cardiovascular son un buen punto de partida para establecer las prioridades y las actuaciones pertinentes.
Las guías sí que recogen las necesidades de los pacientes que se ven en la clínica diaria, ya que están elaboradas siguiendo unos criterios de actuación consensuados científicamente y avalados por especialistas en dislipemia para ayudar al médico en el ejercicio diario de su profesión, proporcionándole, de manera rápida, precisa y esquemática opciones de actitudes diagnósticas y terapéuticas basadas en evidencia científica y en criterios puramente médicos, pero siempre respetando el criterio del médico en particular, pues es el conoce el historial clínico de sus pacientes con dislipemia y tiene la facultad de tomar una decisión terapéutica u otra.
Hay que tener en cuenta que los grupos de trabajo de las sociedades médicas de Atención Primaria, como Semfyc, Semergen y Semg, elaboran documentos adaptando las recomendaciones que se pueden poner en práctica en la consulta del médico generalista, pero éstos se deberían actualizar con una periodicidad más corta.
Utilidad
Las guías son instrumentos que han surgido como consecuencia de la necesidad de homogeneizar la práctica de la medicina, por varias razones, como por ejemplo la necesidad de evitar una asistencia deficiente al paciente por sobreutilización de recursos. También tienen como objetivo favorecer la rápida difusión de los avances científicos y homogeneizar el uso de los tratamientos en pacientes dislipémicos.
Por eso, el uso de las guías es muy útil, aunque tiene limitaciones y antes de seguir una guía en concreto hay que saber muy bien de que estudios se nutre y como se han obtenido las conclusiones finales. Y es que deben considerarse como marco principal de actuación, sí que hay problemas para su implantación, ya que en numerosos casos es imposible adecuarse a todas ellas y existen faltas de consenso entre diferentes guías. Una barrera a la hora de implementarlas es que debido a la presión de la administración, muchas veces se receta con un criterio economista y no puramente medico.
Pero las recomendaciones recogidas son un elemento importante de mejora del manejo clínico de estos pacientes, ya que son una ayuda real. Una de las grandes dificultades con la que se encuentran los profesionales es el escaso tiempo con el que cuentan para las consultas, a lo que hay que sumar la cantidad de guías disponibles, donde los objetivos de control a veces son poco realistas.
Control del farmacéutico
El farmacéutico como agente sanitario, tiene un papel importante en el seguimiento del paciente dislipémico. Mediante la receta electrónica, está en su mano el controlar la adherencia al tratamiento, ya que el farmacéutico puede controlar muy fácilmente si el paciente toma la medicación correctamente y detectar la aparición de efectos adversos de dicha medicación, referidos por el paciente.
Además, existe un Documento de Consenso en Atención Farmacéutica, auspiciado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, que define el seguimiento farmacoterapéutico personalizado como la práctica profesional en la que el farmacéutico se responsabiliza de las necesidades del paciente relacionadas con los medicamentos. Esto se realiza mediante la detección, prevención y resolución de los problemas relacionados con la medicación.
Así, el farmacéutico desde su posición cercana y de confianza al enfermo puede apoyar y complementar la información para el paciente, de forma que el consejo del farmacéutico favorezca el cumplimiento y el éxito del tratamiento.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Juan Carlos Guardiola Pérez, Mª Nieves Guardiola Martínez, Isabel Boix Vera, Concepción Hernández García, Juan Luis Hernández Juan, José Luis Martínez Lázaro, Juan García Sempere, Mª Carmen Gómez Martin, Jorge Santonja Vilaplana, Miguel Vidal Martínez y Juan Martínez Lozano; Mariano Leal Hernández, José Antonio Piqueras López, Manuel Vicente Prados y María José Torres Sánchez, del Centro de Salud San Andrés; Martín López Marin, Valero Martínez Nuñez y Julia Burgos Marcos, médicos de Familia del Hospital D. Rafael Méndez; Mercedes Gómez Moreno, Ascensión Gómez Aguilera, Aurora María Bey López, médicos de Familia del Hospital Comarcal Noroeste de la Región, y Clara Isabel Palomares Avilés, endocrinóloga del mismo centro hospitalario.