La hipoglucemia es un trastorno en que el nivel de glucosa de la sangre es demasiado bajo. Les sucede a las personas con diabetes cuando hay descompensación en los medicamentos, la alimentación o el ejercicio. Se puede clasificar en función a su gravedad, desde un grado leve hasta una situación de pérdida de la consciencia. Así, en la leve-moderada, el paciente nota los síntomas y él mismo es capaz de tratarse. En la grave, el paciente precisa ayuda de otra persona para corregir la situación, mientras que en el coma hipoglucémico, el paciente está inconsciente.
No hay que olvidar la hipoglucemia nocturna, que aparece durante el sueño. Los síntomas de sudoración importante, pesadillas, inquietud y cefalea matutina más una hiperglucemia ocasional matutina, intercalada con glucemias demasiado ajustadas los días previos, hace que se sospeche su presencia. Si ocurre esta complicación sería recomendable hacer una glucemia a las 03:00 o 04:00 horas de la madrugada y realizar los ajustes precisos.
También puede aparecer lo que se denomina hipoglucemia inadvertida, que sucede cuando se producen síntomas neuroglucopénicos sin que haya habido síntomas adrenérgicos de advertencia. Si un diabético tiene muchas hipoglucemias, las hormonas
contrarreguladoras se secretarán cada vez a unos niveles más bajos de glucemia, lo que conllevará a que se tengan síntomas de déficit de glucosa en el cerebro sin haber notado síntomas de advertencia, y la hipoglucemia retrasada, que aparece entre 4 y 24 horas después de haber hecho ejercicio físico, se debe a que durante el ejercicio se ha utilizado la reserva de glucógeno del hígado. Esta reserva tiende a estabilizarse después del ejercicio lo que podría causar una hipoglucemia.
Causas
Entre las causas de la hipoglucemia está el exceso de insulina, el retraso o disminución de la ingesta de alimentos, el aumento del ejercicio físico, los errores en las dosis de pastillas o insulina, la mala técnica en la inyección de insulina, las interacciones con otros medicamentos, las relaciones sexuales intensas y el exceso de alcohol. Los casos de hipoglucemias varían mucho dependiendo del tipo de diabetes que sufren nuestros pacientes y del tipo de tratamiento que estos reciben. En el caso de los pacientes con diabetes tipo 1 que requieren insulinización desde el comienzo de su diagnóstico, suelen ser mucho más frecuentes. Deben utilizar insulinas lentas para el control de sus glucemias basales, y bolos de insulina rápida para el control de sus glucemias pospandriales, lo que conlleva mucho riesgo de hipoglucemias. Suelen ser pacientes jóvenes y las causas de las hipoglucemias son múltiples, como sobredosificación de la insulina, falta de controles de glucemia capilar, realización de ejercicios intensivos, no tomar hidratos de carbono de forma adecuada en la dieta, etc. Algunas de estas hipoglucemias pueden ser muy graves llegando incluso al coma.
Casos más frecuentes
En el caso de los pacientes con diabetes tipo 2, las hipoglucemias son más frecuentes entre los que usan como tratamiento insulina y sobre todo cuando utilizan mezclas de insulina rápida y lenta. Suelen ser pacientes mayores con otras patologías asociadas que pueden descompensarse fácilmente. Por eso, deben aprender a realizarse controles de glucemia capilar y conocer situaciones de riesgo para hipoglucemias como las diarreas o la falta de apetito. Por ello, tienen que estar bien entrenados por parte de sus médicos y enfermeras para conocer estos riesgos, bajar la insulina que precisan y cómo deben resolver las hipoglucemias.
También pueden presentarse con el tratamiento con antidiabéticos orales y pueden ser más prolongadas, por lo que también deben conocer el riesgo de hipoglucemia y su resolución. No obstante, la aparición de los nuevos fármacos que por su mecanismo de acción no producen hipoglucemias y pueden asociarse a metformina ha supuesto un importante cambio, disminuyendo el número de pacientes con hipoglucemias.
Para evitarlas, lo más importante es la prevención y que todo paciente en tratamiento con fármacos que pueden provocar hipoglucemias aprendan a detectarlas y resolverlas lo antes posible.
Síntomas
Los síntomas más comunes cuando el nivel de glucosa en sangre es bajo son debilidad o cansancio, temblores, palidez, sudor frío, hambre intensa, dolor de cabeza, visión borrosa, dolor abdominal, cambios de humor, cambio de actitud, mareo, confusión o falta de concentración, palpitaciones y adormecimiento.
Las claves contra esta enfermedad se reducen al estilo de vida. El mantenimiento del peso normal, la realización de actividad física periódica y una dieta sana pueden reducir el riesgo de diabetes. Por eso, habría que diseñar estrategias y campañas de información que mejoren la alimentación y promuevan el ejercicio. Por ejemplo, que fomenten el uso de bicicletas o reduzcan el consumo de bebidas azucaradas. Se deberían instaurar programas que tuvieran el objetivo de perder un 7 por ciento del peso corporal y practicar ejercicio físico de manera habitual, al menos 150 minutos por semana. Hay que limitar el consumo de grasa y que ésta provenga básicamente de la grasa mono insaturada (aceite de oliva, frutos secos, aguacate). En cuanto a los hidratos de carbono, su fuente principal debieran ser las verduras, las hortalizas, legumbres, cereales integrales y derivados lácteos. El contenido de fibra de la dieta debiera ser de al menos 14 gramos por cada 1000 kcalorías consumidas. En cuanto a la actividad física, ninguna otra estrategia ha conseguido superar los resultados alcanzados con un plan riguroso de ejercicio físico, siempre y cuando la actividad física sea de una intensidad al menos moderada y se practique la mayoría de los días de la semana hasta alcanzar al menos 150 minutos por semana.
Educación
Pero la concienciación y la prevención de las posibles complicaciones y en especial de la hipoglucemia no se dispone de una herramienta más poderosa que la educación del paciente y su entorno. La educación individual es el método fundamental y el más eficaz.
También hay que tener en cuenta que el riesgo de inducir hipoglucemias es un factor de importancia capital a la hora de escoger el tratamiento farmacológico. Así, en los pacientes más jóvenes y en los diabéticos tipo 1 este riesgo está más justificado dada la importancia de prevenir las complicaciones macro y microvasculares que obligan a un control glucémico más estricto.
Sin embargo, en los pacientes con DM tipo 2, sobre todo si tienen edad avanzada, la posibilidad de inducir hipoglucemias empeora más su pronóstico vital que el hecho de conseguir un control glucémico menos ambicioso. Por ello, el médico puede optar entre el grupo de antidiabéticos orales que tienen menor potencial de generar hipoglucemias.El primer fármaco a utilizar en este sentido es la metformina, de amplia experiencia y beneficios metabólicos paralelos. En segundo lugar, estarían los Inhibidores de DPP-4 de sencillo manejo dada su excelente tolerancia y en los casos que requieran un tercer fármaco, especialmente si asocian obesidad, dispondríamos de las glifozinas y los análogos de la GLP-1.
Cuidados desde la farmacia
Con respecto al papel del farmacéutico en el manejo de las hipoglucemias, hay que destacar que una de sus funciones es asegurar que los medicamentos necesarios para el tratamiento de la diabetes estén siempre disponibles, así como distribuir otros productos como cremas para el cuidado de la piel, otros productos específicos para el cuidado de los pies, etc. También forma parte de su función asistencial detectar indicios de interacciones relacionadas con la toma de dichos medicamentos, derivando en estos casos al paciente a su centro de salud para la evaluación médica correspondiente. Muchas farmacias realizan análisis de glucosa y de colesterol, así como control del peso y de la tensión arterial, lo que facilita realizar seguimientos a los pacientes con diabetes y con otras alteraciones altamente relacionadas con ésta. Esto permite al farmacéutico supervisar la adherencia al tratamiento y los resultados a corto plazo, pudiendo acordar en algunas situaciones particulares el número de controles de azúcar a realizar, sobre todo en los casos en los que la diabetes no conlleva un tratamiento farmacológico, es decir, pacientes con diabetes tipo 2, y que en el centro de salud de referencia no les han ofrecido un medidor de glucosa.
Además, a través de los controles de la presión arterial y otros parámetros, el farmacéutico puede colaborar en la detección precoz de ciertas complicaciones de la enfermedad. De este modo, pueden detectarse problemas recién surgidos que podrían empeorar el estado de salud de los usuarios con diabetes.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Carmen García Alarcón, Carmen Villar Vallano, José Miguel Roldan Gaspar y Jesús Francisco Benito Ruesca, de Madrid, y María Manuela Caballero Sánchez, Alberto de Miguel Ballano, María Inmaculada García García y Ana Muñoz Cildoz, del Centro de Salud Fronteras, en Torrejón de Ardoz, Madrid.