domingo. 19.05.2024

El control de la hipercolesterolemia necesita un tratamiento basado en tres puntos: dieta, ejercicio físico y tratamiento médico. Habitualmente, se empieza con cambios de estilo de vida, dieta y ejercicio, y si esto no es suficiente hay que añadir fármacos.  En los casos en los que el riesgo cardiovascular es muy elevado, prevención secundaria, o prevención primaria con valores muy altos de lípidos y/o otros factores de riesgos asociados como hipertensión, tabaquismo, diabetes… puede ser recomendable iniciar directamente un tratamiento médico a la vez que se indican los cambios en el estilo de vida. Una vez conseguido el control, es preciso que los buenos resultados se mantengan, por lo que será labor del médico y la enfermera realizar controles periódicos con el paciente, para poder detectar posibles problemas en el tratamiento e insistir en un estilo de vida adecuada y un cumplimiento correcto del tratamiento.

Y es que la hipercolesterolemia no presenta síntomas ni signos físicos, así que su diagnóstico sólo puede hacerse mediante un análisis de sangre que determine los niveles de colesterol y de triglicéridos. Es conveniente que las personas con riesgo de padecer una dislipemia, alteración de los niveles normales de estas grasas, que tengan familiares con cardiopatía isquémica y otras enfermedades cardiovasculares se sometan a esta prueba de prueba desde edades muy tempranas. Porque para ejercer un control sobre esta patología es básico realizar algunos cambios en el estilo de vida del paciente y estos se tienen que mantener en el tiempo. En los supuestos en que el paciente ya curse con patologías como diabetes, hipertensión o problemas cardiovasculares se recomienda iniciar con un tratamiento médico a la vez que se cambian los estilos de vida.

Tratamiento

El tratamiento de la hipercolesterolemia plantea controversias en la práctica clínica, ya que  las decisiones deben de hacerse considerando de forma conjunta  la presencia de diferentes factores de riesgo cardiovascular en el paciente. Antes de iniciar el tratamiento, todo paciente con LDL elevado o alguna otra forma  de hiperlipemia debe someterse a estudios clínicos y de laboratorio para descartar causas de hiperlipemia secundaria; por ejemplo, diabetes, hipotiroidismo, hepatopatía obstructiva, insuficiencia renal crónica, fármacos que aumentan el LDL y reducen el HDL, como  tiazidas, betabloqueantes,  corticoides, anabolizantes,  anticonceptivos, etc. Una vez se han excluido o tratado las causas  secundarias, se valorarán los objetivos del tratamiento de la hipercolesterolemia en función del riesgo del paciente. En principio, se tratará con medidas no farmacológicas, actuando sobre los factores de riesgo cardiovascular modificables; sobrepeso, tabaco, alcohol, dieta saludable (evitando grasas saturadas, pasando a frutas, cereales, verduras, legumbres,  lácteos bajos en  grasas,  pescados , aves), actividad física y estrés.

Se iniciará el tratamiento farmacológico cuando hayan fracasado estas medidas y sigan altas las cifras de hiperlipidemias  con  estudio del  riesgo cardiovascular, según las tablas Framinghan, Score y Regicor. Los fármacos utilizados son las estatinas, los fitosteroles, los fibratos, ezetimibe y la combinación de pravastatina y fenofibrato. 

Alertar sobre los factores de riesgo

En este contexto, hay que tener en cuenta que el colesterol es uno de los factores que más afectan a la salud cardiovascular, junto con la hipertensión y la diabetes, y, además, estos factores se potencian entre ellos, multiplicándose el riesgo de eventos cardiovasculares. El problema del colesterol es que aunque este elevado no produce ninguna sintomatología, por lo que los pacientes están menos motivados para cuidarse. El paciente hipertenso vigila su tensión para no marearse o no tener cefalea porque le afecta a su vida diaria, en cambio el colesterol elevado les asusta el día que acuden a la consulta a ver el resultado del análisis, pero no son conscientes de que el depósito de ese colesterol en las arterias será el que generara problemas más adelante.

Desde la farmacia, el farmacéutico debe aconsejar siempre el cumplimiento del tratamiento impuesto por el especialista. Dentro de las recomendaciones se encuentran el mejor conocimiento de un plan dietético. Hay que tener en cuenta que el farmacéutico es la puerta de entrada del consejo sanitario, la gente suele acudir a él antes que al médico. Por eso, se debe trabajar de forma conjunta con los médicos. Así, el farmacéutico es de utilidad en la medición de la tensión arterial, ya que ésta es fundamental para la evolución de la enfermedad cardiovascular y es el farmacéutico el que suele dar la voz de alarma.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores médicos de Atención Primaria Julia Martínez Nogues, Mª José Benlloch Salado, Cristina Martínez Jiménez y Carmen Moreno Ribelles, del Centro de Salud Burjasot II, en Valencia; Alfredo Font Cervero; María José Terrades Lloret, José Antonio Martín Clos, Nuria Marti Talens, Asunción Claver Falco y Francisco Vicente Lluch Alberola; Jesús Juan Arbona, María Angustias Fernández Martínez , Lidia Sales Juan y Juan Bautista Segui Ferrer, del Centro de Salud Beniopa, Gandía; los médicos generales Francisco Valls Roca, José Luis Llorens Guinart, Begoña Ponce Buj, José Luis Lafuente Gutiérrez, Gracia Verdú Mahiques y Concha Ferrer Casanova, de Xativa, y los médicos de familia Manuel  Aguirre Pardillos, Juan Dimas García, Fernando  Fenollosa Adam y Heliodoro  Ibañez Bargues, del Centro de Salud Sueca. Francisco Tejero Puerto, Vicente Poveda Grau, Ana Toledo Muñoz, Eva Bisbal Andrés, Francisco Beso Andrés y Miguel Ángel Ramírez Mata, del Centro de Salud Aldaia.