sábado. 21.09.2024

Es bien sabido que el consumo de tabaco es la principal causa de enfermedad, discapacidad y muerte en el mundo. Cada año mueren más de 5 millones de personas a causa del mismo. Se estima que la mitad de los fumadores fallecen a consecuencia de una enfermedad relacionada con el tabaco y que viven entre 10 y 15 años menos que los no fumadores. En España, el tabaco provoca más de 50.000 muertes al año como consecuencia de la bronquitis crónica, EPOC, el enfisema pulmonar y el cáncer en general pero sobre todo de pulmón y faringe. Asimismo, el tabaco es también el factor de riesgo cardiovascular más importante, ya que la incidencia de la patología coronaria en los fumadores es tres veces mayor que en el resto de la población. La posibilidad de padecer una enfermedad de corazón es proporcional a la cantidad de cigarrillos fumados al día y al número de años en los que se mantiene este hábito nocivo. Por tanto, es causante de un incremento de la incidencia de eventos  cardiovasculares.

Según las previsiones, el hábito tabáquico seguirá subiendo, al menos en el caso de las mujeres. Hay que recordar que en 2012 fallecieron cada día casi 166 personas por culpa del tabaco y se espera que esta cifra siga empeorando en el caso de las mujeres. La comunidad científica ha reconocido que el tabaco es la causa aislada más importante de morbilidad y mortalidad prematura prevenible en los países desarrollados. El 16% de muertes en nuestro país  cada año  se deben al tabaco.

Uno de cada dos fumadores fallecerá de forma prematura a causa del tabaco, con la pérdida de una media de 14 años de vida. El tratamiento  del tabaquismo resulta cuatro veces más coste-efectivo que el tratamiento de la hipertensión arterial y 13 veces más que la hipercolesterolemia. Los fumadores presentan una media del 25% del gasto sanitario.

Aspectos psicológicos

También hay que tener en cuenta los efectos del tabaco a nivel psicológico, ya que es un factor estimulante del sistema nervioso central que, sin embargo, en los adictos produce relajación. A nivel psicológico, la nicotina facilita la concentración, activa la memoria y, hasta cierto punto, controla el aumento de peso al aumentar el gasto de energía disminuir el sentido del gusto y del olfato y mantener al fumador ocupado en el acto de fumar en vez de comer.

Con respecto a los efectos del tabaco sobre el sueño, las personas fumadoras tienen más problemas de insomnio, más dificultades de conciliar el sueño y más alteraciones durante el mismo. El origen de estos trastornos pueden estar en enfermedades ocasionadas por el tabaco pero también en el propio hábito combinando varios factores como el efecto estimulante de la nicotina, la sensación de abstinencia que se produce durante el descanso nocturno, la tensión y pulso acelerados (típicos de los fumadores), así como su mayor tendencia a tomar excitantes como el café. La mejoría en el sueño se obtiene de forma evidente tras cortar con el tabaco aunque durante los primeros días estos trastornos sean más pronunciados.

El máximo responsable de la dependencia es la nicotina, sustancia con gran poder de adicción. La forma de dependencia que genera el hábito de fumar es física, responsable del síndrome de abstinencia; psicológica, ya que el hábito va unido a determinadas situaciones (café después de comer…..); y social ya que se practica en grupo en ciertas reuniones de ocio o en grupos de adolescentes dándoles cierto valor de rebeldía y madurez malentendidos.

Apoyo a la deshabituación

Son muchos los consejos que hay para ayudar a los pacientes a dejar de fumar. Entre estos, se destaca fijar una fecha para dejarlo en los próximos 15 días, redactar una lista de motivos para abandonar el tabaco, enumerar los cigarrillos que fuma por inercia al cabo del día, deshacerse de cajetillas, encendedores y ceniceros de casa, coche y trabajo, practicar pequeños ensayos de abstinencia, así como buscar aliados entre tus familiares y amigos, recordar que los síntomas (inquietud, ansiedad, irritabilidad, trastornos del sueño, falta de concentración, aumento del apetito, deseo imperioso de fumar…), por intensos que parezcan, siempre son pasajeros, y cuando llegue el día elegido, la supresión del tabaco debe ser total. Hay que evitar las situaciones que solían traer implícito un cigarrillo, el paciente debe comer abundante fruta, hacer más ejercicio, tener a mano caramelos sin azúcar, rodearse de personas que le pueden ayudar.

Y es que son muchos los daños producidos por el tabaco, como la disminución de la oxigenación de los tejidos, lo que trae como consecuencia lesiones en ellos, fundamentalmente en las arterias, favoreciendo la arterioesclerosis y la isquemia, elevando el riesgo de infarto agudo de miocardio, HTA, aumento del trabajo cardiaco, de la frecuencia cardiaca, vasoconstricción periférica, de la agregación plaquetaria y, por lo tanto, del riesgo de accidentes vasculares y alteración de la fórmula del colesterol: desciende HDL y  asciende LDL.

Beneficios de dejar el tabaco

Los beneficios que se obtienen al dejar de fumar son muchos, pero los más destacados desde el punto de vista de la salud son que disminuye el riesgo del  infarto de miocardio y bronquitis crónica. Como consecuencia, la persona se sentirá más ágil, podrá caminar y subir escaleras sin cansarse. Puede hacer deporte, lo que mejora la calidad de vida y rendirá más física y mentalmente, desaparecerá el mal aliento y se recupera el olfato, aumenta la capacidad pulmonar y se reduce el riesgo de cáncer de pulmón.

Opciones terapéuticas

En cuanto a las terapias de apoyo para dejar el tabaco se encuentran las reemplazo de la nicotina, como los chicles de nicotina y el parche transdérmico de nicotina, que fueron los primeros tratamientos farmacológicos aprobados por la FDA (Food and Drug Administration). Su objetivo es aliviar los síntomas del síndrome de abstinencia. Un beneficio adicional es que estas formas de nicotina tienen poco potencial para ser abusadas ya que no producen los efectos placenteros de los productos de tabaco. Tampoco contienen los carcinógenos y gases asociados con el humo del tabaco. Se ha demostrado que los tratamientos conductuales son un complemento esencial de las terapias de reemplazo de la nicotina mejorando su eficacia y los resultados a largo plazo.

Aunque el enfoque principal de los tratamientos farmacológicos para la adicción al tabaco ha sido el reemplazo de la nicotina, también se están estudiando otras opciones. Por ejemplo, el bupropión, un antidepresivo que fue aprobado por la FDA en 1997 para ayudar a romper con el hábito de fumar. El tartrato de vareniclina (Chanpix) es un nuevo medicamento aprobado por la FDA para dejar de fumar. Este medicamento actúa en las zonas cerebrales afectadas por la nicotina y puede ayudar a las personas a romper con el hábito de fumar aliviando los síntomas del síndrome de abstinencia y bloqueando los efectos de la nicotina. También se están estudiando una vacuna que actuaría sobre la nicotina para prevenir las recaídas. Esta vacuna de nicotina está diseñada para estimular la producción de anticuerpos que bloquearían el acceso de la nicotina al cerebro, previniendo sus efectos de refuerzo.

Terapia conductual

También hay que tener en cuenta los tratamientos conductuales, puesto que estas intervenciones pueden desempeñar un papel integral en el tratamiento antitabáquico, ya sea conjuntamente con medicamentos o por sí solas. Emplean una variedad de métodos para ayudar a los fumadores a romper con el hábito, que van desde materiales de autoayuda hasta la terapia cognitiva-conductual individual. De esta forma, se enseña a las personas a reconocer situaciones de alto riesgo que incitan a fumar, a desarrollar estrategias alternativas para no volver a fumar, a manejar el estrés, a mejorar su habilidad para resolver problemas así como para incrementar el apoyo social.

En todo este proceso, la implicación y acompañamiento del farmacéutico comunitario al paciente es fundamental para lograr el éxito del mismo y conseguir que el paciente se convierta en exfumador.  Así se consigue eliminar un importante y grave riesgo para la salud, no solo del fumador sino de todas las personas que lo rodean, ya que el tabaquismo es un problema sociosanitario de salud púbica.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Juan Aledo Peralta, Encarnación Nicolás Martínez, Victoria López Vellibre, Mª Dolores Bueno Valdés y Juan Zapata Conesa; Ana Mª Cebrián Cuenca, Rafael Aguilar Hernández y Sebastián García Conesa, del Centro de Salud Cartagena Oeste; Ana Ángeles Cano Vicente, José Coronado Martínez, Enrique González Rico, Martín López Marín, Valero Martínez Núñez y Jorge Ruiz Mulero, del Hospital D. Rafael Méndez; Erick Gutierrez Estrada, Ana Bárzano Cruz, José Luis Hernández Orozco, Antonia Alcolea Nieto y José Antonio Marín Rives, del Centro de Salud PIiego, en Murcia; Estalisnao Puig Agulló, Justo López Almarcha, Nicolás Salvador Guzmán, Joaquín López Moreno, del Centro de Salud de Jijona, Alicante; Oscar de Pablos Carballal, Ignacio Miguel Galera Pardo, Beatriz Ríos Morata, Vicente Nohales Requena, Juan Francisco Peñalver Crespo; Isabel Escámez Hernández, Amparo Almagro Aparicio, Roberto Muñoz Sarmiento, Joaquín Martínez Lorente y  Antonio Tafalla Martin; Helena Basabé Criado, María Luisa Asunción Santos Hernández, Margarita Álvarez Vega y Sara Carrascosa Gonzalvo, del Centro de Salud de San Juan, Alicante; Pablo Moreno, Fátima Delgado Peña y Francisco José Fernández Galindo, del Centro de Salud Cartagena Este, y los médicos de Atención Primaria Miguel Ángel Sempere Pascual, Javier Birriel Salcedo, Aurora Rodil Martínez, Teresa Torres Rodríguez, Mariela Buccella Passeri y Elizabeth Itirricastillo Arana, del Centro de Salud de Santa Pola, en Alicante.