Del total de diabéticos tipo 2, aproximadamente entre un 15 y un 20 por ciento son menores de 50 años. Este porcentaje ha variado mucho en las últimas décadas, probablemente por el estilo de vida occidental, con malos hábitos alimenticios. El perfil del paciente joven diabético suele ser el de una persona que frecuenta poco la consulta, con nivel socioeconómico bajo y con una proporción mayor de mujeres que de hombres. Se les suele diagnosticar en una revisión rutinaria y desgraciadamente en la mayoría de los casos con complicaciones ya presentes.
Así, la mala alimentación, la obesidad y los factores genéticos son los elementos que favorecen la aparición de la diabetes 2, a lo que hay que sumar enfermedades concomitantes como la hipertensión arterial y la dislipemia. También hay que considerar el tabaquismo, la EPOC y el hipotiroidismo.
En pacientes de esta edad se detectan principalmente a revisiones de empresa, siendo los síntomas más frecuentes la poliuria, la polidipsia, la piel deshidratada, la cetoacidosis y las infecciones genitourinarias.
Diferencias con el anciano
En líneas generales, el paciente joven asimila de forma más rígida su tratamiento, pero considerando su nivel cultural, ambiental y laboral puede ser más o menos difícil. Por su parte, el paciente anciano presenta una serie de condicionantes propios de la edad que muchas veces limitan las posibilidades de tratamiento. El tratamiento en el paciente anciano debe dirigirse a controlar las hiperglucemias con el objetivo de disminuir la sintomatología, evitar la descompensación de otras enfermedades y síndromes geriátricos y disminuir la sintomatología, evitar la descompensación de otras enfermedades y síndromes geriátricos y disminuir el riesgo de deterioro de dependencia funcional.
Porque tras el diagnóstico de la enfermedad, el paciente joven suele aceptar la diabetes 2 e inicialmente se implica en el tratamiento, incluso en la modificación de los estilos de vida con una mejoría rápida del control metabólico; es lo que denomina periodo de luna de miel. El mantenimiento del tratamiento y la modificación de los estilos de vida es la principal barrera para conseguir el buen control.
Este paciente presenta un grado de cumplimiento menor que los diabéticos mayores de 50 años, porque la mayoría no son conscientes de las consecuencias que pueden tener a medio y largo plazo. No obstante, al principio puede aparecer cierto temor que desaparece cuando toman conciencia de su patología. Así, el factor socioeconómico hay que tenerlo en cuenta, ya que cuanto más alto es, mayor es el cumplimiento.
Dieta y ejercicio
Con respecto al tratamiento de dieta y ejercicio, los cambios a unos hábitos más saludables son los que más beneficio va a producir en el paciente diabético joven, pero precisamente por ser pacientes en edad laboral y con obligaciones familiares no siempre les resulta posible tener tiempo para cuidarse, hacer deporte y seguir una alimentación adecuada. Es ahí donde resulta fundamental la labor de médicos de familia para informar y concienciar al paciente de la gravedad de las consecuencias que le puede acarrear no tratar su diabetes convenientemente. Si tras la modificación de estilo de vida no se consigue una glicosilada por debajo de 6,5% se debe comenzar el tratamiento con metformina a la que se añadirán sulfonillureas o IDPP4 en caso de que no sea suficientemente eficaz.
El papel del farmacéutico así como el del médico y enfermería debe dirigirse a concienciar a la población diabética de la importancia de prestar atención a su enfermedad modificando estilos de vida dentro de lo posible y siendo constantes en la toma de medicación para evitar o retrasar la aparición de complicaciones. El farmacéutico, en muchas ocasiones, detecta a través de una glucemia realizada en farmacia una alteración en sus valores de azúcar en sangre. Además, puede favorecer y facilitar la adherencia al tratamiento con la concienciación de la enfermedad, facilitando información sobre los posibles efectos adversos. Así mismo, puede proporcionar información verbal y escrita precisa para mejorar las tasas de cumplimiento, dosis exacta, frecuencia de administración y la duración de la terapia.
Muchas personas con diabetes debido a la accesibilidad y confianza que tienen con su farmacéutico habitual recurren a este profesional con preguntas relacionadas con la medicación, los niveles de azúcar en sangre, los modos de administración de la insulina.
Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina General José Antonio Minaya Collado, Juan Vicente Climent Gómez, Amparo Maiques Fons y Victoria Candela Delegido, del Centro de Salud Campanar; Enrique Miquel Bononad, Francisco Betrán Baldovi, Jorge Bonet García, Vicente Rubio Gil, Ricardo Salcedo Casaban y Vicente Pedro Aliaga Estellés, del Centro de Salud Xirivelfa; Celina Sanchis Escudero, Carlos Lluna Gasco, Francisco Balaguer Montesinos, Manuel Rojo Furio y Manuel Cercos Aparisi, del Centro de Salud Alcacer; Simon Medina Aspas, José Lamberto González Cubert, Gloria Díaz Sendín, Milagros Ribes Agud y Valenctin Martí Julia, del Centro de Salud Benetuser, y Emila Hernanz Torres, Alicia Catalan Salelles, Enrique Mascaros Balaguer y Pablo Hernández Machancoses, del Centro de Salud Ruzafa.