domingo. 22.09.2024

El síndrome metabólico es una entidad de gran relevancia clínica debido a su asociación con la enfermedad cardiovascular. El actual aumento de la obesidad y el síndrome metabólico probablemente llevará a una nueva epidemia de enfermedades cardiovasculares a nivel mundial. Las personas con síndrome metabólico tienen un mayor riesgo a largo plazo de desarrollar cardiopatía isquémica, accidente cerebrovascular (ictus), diabetes mellitus tipo 2, enfermedad renal y problemas circulatorios.

Se denomina síndrome metabólico al conjunto de alteraciones metabólicas, constituido por obesidad de distribución central, disminución de la concentración de colesterol, unido a las lipoproteínas de alta densidad (HDL), elevación de la concentración de triglicéridos, aumento de la presión arterial e hiperglucemia. Todas estas alteraciones comportan un elevado riesgo de sufrir diabetes, dislipemia y enfermedades cardiovasculares, y, por tanto, un aumento de la mortalidad derivada de estas causas.

Los criterios diagnósticos del síndrome metabólico han sido sujeto de muchas definiciones, pero se centran en un incremento de la circunferencia abdominal, elevación de triglicéridos, disminución del colesterol HDL, elevación de la presión arterial y de la glucosa de ayunas. El diagnóstico de síndrome metabólico se realiza con la presencia de tres de los cinco componentes propuestos.

Detección en Primaria

El diagnóstico de síndrome metabólico se debería definir como uno de los objetivos fundamentales en la práctica médica y sobre todo en Atención Primaria donde la prevención está cada vez más olvidada, debido a la falta de tiempo y recursos, ante el aumento de la presión asistencial de las patologías crónicas y el envejecimiento de la población.

Realizando un correcto diagnóstico, e incluso un diagnóstico precoz, se podría lograr prevenir notablemente o retrasar la aparición de enfermedad cardiovascular, la DM2 y corregir sus componentes.

Estilo de vida

Las personas con síndrome metabólico pueden reducir el riesgo de enfermedad cardiovascular y diabetes tipo 2 controlando los factores de riesgo. La mejor manera es que bajen de peso, sigan una dieta saludable y aumenten la actividad física. La pérdida de peso es el pilar fundamental para el manejo. Aunque no se alcance el normopeso, las pérdidas entre 5-10 kg han demostrado ser efectivas para mejorar el control metabólico, el riesgo cardiovascular y aumentar la esperanza de vida. Además, en pacientes con SM, se ha comprobado que retarda la aparición de DM2.

El patrón alimentario debe ser personalizado y adaptado a las necesidades de cada individuo. Debe considerar la edad, el sexo, la actividad física, el estado metabólico, la situación económica y los alimentos típicos y disponibles del lugar de origen del individuo en concreto. Como regla general, los hábitos alimentarios deben basarse en una alimentación con un bajo contenido en grasa saturada, grasa trans y colesterol, siendo el aceite de oliva el principal aporte de grasa en la dieta. También se recomienda disminuir azúcares sencillos, aumentar el consumo de pescado, especialmente el de pescado azul, e incrementar la ingesta de frutas, verduras y cereales integrales.

Ejercicio físico

También cabe destacar, junto con los correctos hábitos alimentarios, los efectos favorables de la práctica regular de actividad física. Los efectos beneficiosos del ejercicio sobre el SM y la DM2 han sido puestos de manifiesto en diversos estudios, ya que ayuda a bajar de peso y a mantenerlo tras un periodo de pérdida, reduce todos los componentes del SM y el riesgo de enfermedad cardiovascular. La actividad física es parte fundamental tanto del tratamiento de los pacientes con la enfermedad, como de los que están en riesgo de desarrollarla y debe de ser incluida en la vida cotidiana de la población, aparcando actividades sedentarias como la televisión o los videojuegos, e incluyendo actividades de ocio al aire libre orientadas a un mayor consumo calórico como pasear, andar en bici, nadar o hacer excursionismo.

Antes de iniciar un programa de actividad física, debe valorarse el estado y capacidades del individuo, así como las posibles complicaciones que puedan aparecer en su desarrollo. La elección del tipo de ejercicio siempre se realizará en ausencia de contraindicación médica, y como regla general se aconseja que sea de intensidad moderada, de 3 a 5 días por semana y con una duración de al menos 30 minutos.

Abordaje terapéutico

El tratamiento del síndrome metabólico es complejo, ya que deben tratarse todos los factores asociados a la patología que estén alterados. Por ello, no existe un tratamiento único, sino que hay que tratar de forma global o individualizada cada uno de los componentes alterados. Es importante abordar la enfermedad teniendo en cuenta los aspectos comunes que sirven para cada uno de los componentes que la configuran, como cambios de estilo de vida, dieta, actividad física, y los aspectos individuales de cada uno de ellos, como la obesidad, la dislipemia, la presión arterial y la DM2.

Es fundamental la intervención en todos los niveles asistenciales, pero muy especialmente en Atención Primaria, que constituye el primer eslabón para el diagnóstico y tratamiento de estos pacientes, y contando con la participación de los médicos como de los profesionales de Enfermería. 

Seguimiento en la farmacia

También es clave la participación del farmacéutico en la mejora de la calidad de vida del paciente, mediante la dispensación, indicación farmacéutica y el seguimiento farmacoterapéutico. Dicha participación implica la cooperación con el médico y otros profesionales sanitarios para conseguir resultados que mejoren la calidad de vida del paciente.

El farmacéutico se encargará de atender aquellas necesidades de pacientes relacionadas con los fármacos que usan, en colaboración con la administración sanitaria, de modo que se garantice la prestación, así como abordando todas las cuestiones relacionadas con la salud en su ámbito de actuación, teniendo un papel fundamental en el seguimiento del cumplimiento terapéutico y la farmacovigilancia.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores Rubén Arandiga Caldes, Víctor Climent Ferris, Mª Teresa Siles Luna, Miguel Llario San Juan, Vicente Agustín Martín Jorda, de Ontinyent; Pedro Jiménez Roset, Javier Reyes Soriano, Gracia Verdu Mahiquez, Javier Vidal Fernández, Vicente Valero Alepuz, de Olleria, y Ricardo Formas García, J.M. Baeza López, Leonardo Ezpeleta Albuixech, Consuelo Bru Martínez, Begoña Ponce Buj y Jaime Piera Olives, de Xativa.