lunes. 20.05.2024

Para definir un factor de riesgo cardiovascular, hay que considerar que se trata de una característica biológica o un hábito de estilo de vida que aumenta la probabilidad de padecer o de morir a causa de una enfermedad cardiovascular. El riesgo cardiovascular determina la probabilidad de sufrir en un determinado periodo de tiempo, normalmente entre 5 o 10 años, un evento cardiovascular. Calcular dicho riesgo permite valorar de una manera más efectiva la pauta del tratamiento farmacológico hipolipemiante, antihipertensivo o antiagregante en la prevención primaria en los pacientes de alto riesgo. Los principales factores de riesgo cardiovascular son el tabaquismo, hipertensión arterial, diabetes mellitus, dislipemia y edad. En España presentan una alta prevalencia y, en general, su control no es del todo óptimo. 

Hay que diferenciar entre factores de riesgo no modificables como la edad, el sexo o los antecedentes familiares, y los modificables, que son aquellos en los que se podrá actuar, como son la hipertensión arterial, diabetes mellitus, hipercolesterolemia, el tabaquismo y, el sobrepeso o la obesidad, principalmente la abdominal.

Otro aspecto a tener en cuenta que se asocia a un mayor riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular es el colesterol ligado a un cHDL bajo y triglicéridos altos, como expresión de partículas de LDL pequeñas y densas, que es el componente habitual del síndrome metabólico, junto con la HTA, la glucemia elevada y la obesidad abdominal, que aumentan exponencialmente la posibilidad de desarrollar una diabetes mellitus.

Peor pronóstico

Hoy en día también tienen un papel importante otros factores de tipo social, como el bajo nivel socioeconómico, la depresión o el estrés que, además de estar asociados a un mayor riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular, empeorarían el pronóstico de los pacientes con una enfermedad ya establecida o dificultarían el control de los principales factores de riesgo.

Respecto a las tablas que calculan este riesgo, quizá las que más se utilizan en las consultas son el score basado en el estudio FRAMINGHAM y el REGICOR. El uso de estas tablas precisan que se calibren y validen, aunque resultan incompletas, al no incluir a personas menores de 40 años y al contemplar un número reducido de los múltiples factores de riesgo. Además hay que tener en cuenta la existencia de pacientes asintomáticos o los que presentan un único factor de riesgo.

Controles periódicos

Para el diagnóstico de estos factores, hay que llevar a cabo controles de salud, realizando analítica anual, auscultación en personas mayores de 40 años y aquellas que presentan antecedentes familiares. En cuanto a los pacientes diagnosticados, se realiza revisión anual, de lípidos y  glucosa, y control por parte de enfermería, con electrocardiograma, IMC, y HTA, además de revisión de pies, edemas con auscultación además de fondo de ojo del paciente.

Por su parte, en los pacientes diabéticos la analítica será semestral (glicada, glucosa y función renal), si la glicada estuviese fuera de objetivo, la revisión se realizaría trimestralmente. A los dos o tres meses hay que repetir control de enfermería con posibilidad de pasar por el médico para ajustar el tratamiento o revisar sus posibles complicaciones.

En este contexto, hay que recordar que la prevalencia de la obesidad en España se encuentra en aumento, llegando a duplicarse en los últimos 15 años. En la dieta, el consumo medio de calorías excede aproximadamente en un 80% al consumo recomendado. 

Recomendaciones

De hecho, se recomienda el cálculo del riesgo cardiovascular a todos los adultos de 40 años o mayores que no tengan una enfermedad cardiovascular o que, por sus características, no sean de alto riesgo, mediante algún sistema validado como el SCORE (hasta los 65 años) o REGICOR (hasta los 75 años). Se recomienda el cribado de diabetes en las personas con antecedentes familiares o factores de riesgo e interrogar por el consumo de tabaco. 

Las intervenciones no farmacológicas, como pérdida de peso, práctica de ejercicio físico aeróbico, reducción de ingesta de alcohol, dietas hiposódicas y reducción del consumo de grasas saturadas, son fundamentales. También hay que prestar especial atención a los pacientes de alto y muy alto riesgo a la hora de alcanzar objetivos terapéuticos y seguimiento. 

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia José María Cardona Vidal, Berta María Garrote Bouza, Mª del Mar Serrano Blanco y Pablo Rodríguez Crespo, del Centro de Salud San José, en La Coruña; los especialistas en Endocrinología Rosa Argüeso Armesto, Manuel Antonio Botana López, Paula Álvarez Castro y Patricia Pérez Castro, del Hospital Hula, en Lugo, y Marta Diez de Angulo,  Alberto Pérez Freijomil, César A. Romero García, Jacinto López Díaz y Francisco J. Gómez San Miguel, del Centro de Salud A Parda.