lunes. 20.05.2024

Cuando se valora a un paciente con dislipemia es necesario saber su clasificación; es decir, si se trata de una hipercolesterolemia, una hipertrigliceridemia o una hiperlipemia mixta, sin dejar a un lado el riesgo cardiovascular. La estrategia de control debe tener como objetivo disminuir el riesgo cardiovascular (RCV), por lo que las modificaciones en el estilo de vida y los tratamientos deben dirigirse al conjunto de los factores de riesgo.

Los objetivos de tratamiento se establecen en función del RCV, pero cualquier intervención debe ir precedida de educación sanitaria que incluya el consejo antitabaco. Una vez recomendados los cambios en el estilo de vida, se realizarán exámenes para la revisión del cumplimiento de la dieta, ejercicio y control de peso, donde el papel de Enfermería es fundamental.

Si el riesgo es muy alto o alto se realizarán controles cada 3 meses, incluyendo toma de presión arterial y consejo antitabaco si fuera necesario. Los controles analíticos se deben realizar cada dos o tres meses hasta conseguir el objetivo terapéutico, iniciando tratamiento farmacológico en los casos que sea necesario. 

Si el riesgo es moderado los controles se llevarán a cabo una vez al año, siempre dentro del abordaje multifactorial, incluyendo exploración física, reevaluación del RCV y perfil lipídico. En este grupo es importante valorar otros factores de riesgo que no contemplan las tablas y que pueden incrementarlo, por lo que es imprescindible la aplicación del juicio clínico para tomar las decisiones del tratamiento. 

Cuando el riesgo es bajo, los controles se distancian en el tiempo y se hacen cada dos años para evaluar el RCV.

Cambiar el estilo de vida

Lo que sí hay que tener en cuenta es que las modificaciones del estilo de vida, tabaquismo, evitar sedentarismo, control presión arterial y del peso son claves en los pacientes, independientemente del grado de su riesgo.

A la hora de clasificar las hiperlipidemias, hay que contemplar los conceptos de hipercolesterolemia e hipertrigliceridemia. Así, en la hipercolesterolemia límite, el colesterol total es >200 mg/dl y los triglicéridos <200 mg/dl; en la hipercolesterolemia definida, el colesterol total llega hasta >250 mg/dl y los triglicéridos <200 mg/dl; en la hipertrigliceridemia definida, el colesterol total alcanza unas cifras <200 mg/dl y los triglicéridos de > 200 mg/dl, mientras que en la hiperlipemia mixta, el colesterol total llega hasta >200 mg/dl y los triglicéridos a > 200 mg/dl. 

Prevención

En prevención primaria, sin patología cardiovascular preexistente, los cambios de estilo de vida, sobre todo dejar de fumar, deben preceder a un tratamiento farmacológico y se recomienda que se intenten al menos durante 3 a 6 meses antes de tomar una decisión terapéutica. En estos pacientes, calcular el riesgo cardiovascular y valorar la reducción de cLDL que será necesaria para llegar a objetivos ayudará a decidir si la dieta es suficiente o se deben administrar fármacos. 

Por su parte, en prevención secundaria, antecedentes de infarto de miocardio u otra arteriopatía arterioesclerótica, el escenario es diferente porque las modificaciones lipídicas secundarias al tratamiento con estatinas y otros hipolipemiantes han demostrado que disminuyen la incidencia de otros eventos. Junto con la prescripción, debe seguirse una dieta saludable, insistiendo en que los fármacos no la excluyen, sobre todo en lo que se refiere a hipertrigliceridemias. 

Pauta farmacológica

En la actualidad, el tratamiento farmacológico de las dislipemias se basa en el uso de estatinas y en caso de no lograr los objetivos según la categoría de riesgo a la que pertenezca el paciente, la coadministración con ezetimiba, fenofibrato o resinas. 

El farmacéutico tiene un papel destacado en el manejo de la dislipemia, reforzando la adhesión terapéutica, así como en la monitorización de los efectos secundarios del tratamiento. También puede ayudar al cumplimiento del tratamiento, conciliar las medicaciones alertando de posibles interacciones o duplicación de medicación, sin olvidar insistir en que el paciente siga unos hábitos de vida saludable.

Para la elaboración de este artículo se ha contado con la colaboración de los doctores especialistas en Medicina de Familia Ana Isabel Corcuera, Sonia Peral Moya, Juan Carlos García Álvarez, Begoña Juez Lorenzo, Rosa Villena Romero y Mª José Santos Galá, del Centro de Salud Mendiguchia Carriche, y los cardiólogos Eddi Velasquez Arias, del Hospital Torrelodones, y Francisco Javier Antona Makoshi, del Hospital HM y Clínica Averroes, de Majadahonda, y los médicos de Familia Fernando Ruiz Álvarez, del Consultorio Infante Don Luis, de Boadilla del Monte, Roberto García Montero, del Centro de Salud Reina Victoria, y Belén Corredor Palomino, del Centro de Salud Collado Villalba Estación, todos en Madrid.